Crónica de la actuación de El Drogas en la Sala López de Zaragoza el pasado 01 de Marzo.
Texto: Juan Písale Fotos: Pablo Lasaosa www.flickr.com/photos/plasaosa/
Teníamos la seguridad de que íbamos a disfrutar de una velada cargada de contenido y mucho rock, pero con el añadido del factor sorpresa bien presente. Y con esos presagios (seguros) pusimos los pies en la Sala López de la capital aragonesa el pasado sábado.
Las ganas acumuladas por asistir a una
presentación desde que en Noviembre del pasado año viese la luz este trabajo
eran muchas, y gracias a esa carambola a tres bandas, se nos antojaban bien
justificadas. La impaciencia iba a tener su bálsamo sonoro en directo.
Decir ante todo, que se lamenta no estar
en condiciones de comentar la actuación de los teloneros (Ángel Casto y Los
Honestos). Por problemas de logística, cálculos mal hechos… o que somos unos
desastres con eso de la puntualidad; la apuramos tanto que no pudimos disfrutar
como era debido del recital de estos cuatro jóvenes. Menos mal que en breve
limpiaremos nuestras almas corrompidas por el sucio rock, y alegraremos nuestros corazones con sus aires
ye-yés y sesenteros.
Con el tiempo justo para intercambiar
saludos e hidratarse, empezó cual perro de la lluvia con sus ladridos, a salir
por los altavoces la introducción que viene siendo ya habitual a cargo del inconfundible
Tom Waits. Nos poníamos en situación, ahora sí, empieza el baile.
Aparecieron sobre el escenario de la sala
Brigi Duke, Flako “Txarrena”, Txus Maraví, y Enrique Villarreal “El Drogas”.
Tomaron posiciones… y arrancaron con “Cómo son”, que a medida que la iban
interpretando el ambiente iba en aumento entre los asistentes. Se acababa de
dar el pistoletazo a un concierto de gran calibre, no había duda alguna.
Oficio, tablas, y naturalidad entre otras virtudes se iban a triturar en pro de
una provechosa ingesta de rock and roll.
De “El Drogas”… ¿Qué se puede decir a estas alturas? Pues que
canta, entona, e interpreta con ese sello tan característico. A cada estrofa un
gesto, un movimiento, una mueca. El escenario sabes que está ahí, pero en el
momento en el que lo pisa, lo hace suyo. Eso es lo que se denomina carisma. Que
si viene acompañado de humildad, talento, y trabajo… pues llegas a la
conclusión de siempre: se tiene… o no se tiene. Ni se vende por fascículos, ni
se compra a toca teja. Y una vez más volvió a hacer gala de tan preciada
virtud. Grande Enrique. En lo que respecta a Brigi, no deja de sorprender lo
polifacético que llega a ser. Su aportación va más allá de tocar la batería. Es
una pieza clave en el engranaje de esta banda, y mucha parte de la culpa de que
suenen más rodados es suya. Flako se hace necesario y elemental. Es carne de
escenario. Y su aportación a las voces y en la base rítmica más que notable.
Desprende rock and roll por doquier. Y de Txus… pues no sé, soy un completo
ignorante en cuanto a aspectos técnicos. Desconozco el tipo de pastillas, de
pedales, o amplificadores que lleva… pero me amparo en los años de rodaje al
tímpano, y me cargo de valor para afirmar con rotundidad que es un artesano de
las seis cuerdas, y de los guitarras que más me han sorprendido. Toda una demostración
de gusto y armonía. Desprende feeling con cada nota. Espectacular en la parte
final de “En tiempo muerto”.
Cuarenta canciones dan para comentar lo suyo.
Pero sin desmerecer a ninguna, y no dar el tostón más de lo que lo doy (que ya
llega…), resaltaría que la columna vertebral del repertorio se forma con los
temas del triple disco a presentar: “Demasiado tonto en la corteza”. Con sus
respectivas partes (“Alzheimer”, “Matxinada”, “Y Glam”) mezcladas dentro de un
ameno set-list. Un trabajo que se ha ganado por derecho propio el
reconocimiento de crítica y público. No es muy corriente que se editen discos
con tanto contenido, tan variado en cuanto a sonoridad, y sobretodo con la
elaboración justa para que respiren sin sobrecargar en la escucha. Se notan las
horas de mimo y ensayo en cada pieza. Por citar alguno de esos momentos… “Qué
mal rato” asomó con una contundencia y unos compases muy marcados. El aroma
“Stoniano” que desprende “Con tu presencia”. “Peineta y mantilla” metiendo el
dedo en la llaga con nombres y apellidos. La corrosiva “Come elefantes”. La
emoción templada de “Collar abandonado”. El glam-rock sutil y elegante de “No
sería nada”. El tema que da título al trabajo (“Demasiado tonto en la corteza”)
dibujando una base a lo Red Hot Chili Peppers. El ya más que imprescindible “En
punto muerto”, o el trepidante rithym blues con el que trota “Debajo de aquel
árbol”, con ese toque de armónica que le entra clavado. Y ese paseo por el
hampa del rock macarra con andar seguro en “Ya no anochece igual”.
Pues eso, que además nos ofrecieron
temas del primer disco de Txarrena (sigue siendo un pilar imprescindible junto
a otras obras capitales del “rocanrol de aquí”, sin ningún tipo de duda)…
“Empujo pa´kí”, “Frío” (qué gran versión). Y entre los que también encontraron
su sitio varios de “Azulejo frío”: “Así”
gana enteros y crece cada vez más. Al citado “Azulejo frío” se le asigna
la vitola de temazo (ya apuntaba eso hace más de una década en su esqueleto).
Y no se puede pasar por alto el ramillete
de canciones que forman la banda sonora de muchas personas. Piezas de
Barricada, que son nuestra biblia musical, y de las que no se reniega jamás,
porque son como nuestros pasos, siempre han estado con nosotros, y nos han
acompañado a lo largo del tiempo; ya sea en las zancadas, en los tropiezos, o
en los caminares serenos. Personalmente agradezco que me las siga interpretando
el que fue alma mater, compositor, y miembro insustituible de la banda de rock
más importante que hemos tenido por estos lares… Barricada.
Se recibieron con los honores que
merecen: “No sé qué hacer contigo”, “Barrio conflictivo”, las actuales
(desgraciadamente) en lo que a denuncia se refiere “Oveja negra” y “Víctima”.
La hímnica “En la silla eléctrica”, etcétera. Aunque me quedaría con “Pétalos”,
que fluyó con una mezcla de rabia y sensibilidad abrumadora. Y “Tentando a la
suerte”, que sigue siendo una de esas joyas que brillan cuando se pule con una
interpretación soberbia. El contramaestre de la nave se lució aquí mientras la
cantaba.
Y
llegó el final. Y ese epílogo se le ha asignado acertadamente a “Otros
tragos”, y es que no te la imaginas en otro lugar que no sea cerrando un
concierto. Le pone la guinda al pastel.
Se intercambian los agradecimientos entre
los músicos y los asistentes… y sin más pretensiones ni protagonismos que el
que ofrece el sentir a los sentidos saciados con su dosis musical… nos fuimos
con el aire, en busca de otros rincones… Seguro que en
otra parte.
Foto: Mmn |