El Drogas: el músico de las palabras brujas
Enrique Villarreal publica un quíntuple disco donde el rock viste cinco “timbres” distintos
El Drogas publica en octubre cinco discos bajo el título “Solo quiero brujas en esta noche sin compañía”, cada uno con una ambientación musical, temática, arte o coproducción diferente; más una voz, la suya, que muda de piel como las serpientes. No existe brujería tras esta pluma que no duerme, solo palabras indomables que vuelan con garras y luz por caminos imposibles
Enrique Villarreal (Pamplona, 1959) propone un viaje por 42 historias cortas eclécticamente instrumentadas por sus habituales compañeros de banda, más interesantes colaboraciones a lo largo de la travesía, como Natxo Zabala atravesando versos con una guitarra clásica, Carolina De Juan, voz de una Europa en llamas, o Jimmy Barnatán en una canción que explotó en tus ojos.
Por supuesto, aquí hay rock, patada en la boca, como es habitual en él, pero añade una luminosidad y desnudez acústica novedosa, hardcore, música negra, industrial. Versos que arañan, salpican lágrimas, literatura, actualidad, amor, compromiso social, lenguaje tabernario, poético y hasta un circo imaginario demasiado real.
Solo quiero brujas…
Un verso de Leopoldo María Panero, “Solo quiero brujas en esta noche sin compañía”, y varios de Eduardo Galeano -El Drogas tiene mucho de ambos autores en su chistera-, advierten en el libreto del trabajo lo que está por llegar: las brujas del relato serán las palabras. Ellas, que visitaron al músico en las noches solitarias de composición, han contado las historias que querían contar.
“Las palabras caminan latiendo” escribió Galeano, y con ese latir nos adentramos en los cinco discos del proyecto, todos bautizados con un “timbre” y una palabra que ilustra el contenido: Timbre Acústico, Europa (Timbre Oxidado), Timbre Canalla y de Bullanga, Timbre Fundido y Timbre Equivocado. El formato largo favorece el juego de sonidos, arreglos y ambientaciones. Diferente forma, mismo fondo: la impronta de “El Drogas”.
El arte que acompaña a cada álbum, de cinco autores diferentes, también refleja a la perfección la esencia del conjunto, al igual que las voces femeninas o los coros que desfilan por sus rincones. Todos reman en un barco que no necesita brújula porque a veces, navegando por caminos imposibles, se puede avistar una isla llena de humanidad.
1-. TIMBRE ACÚSTICO. Sale la luz. Fue el primero de los cinco discos, prendió la mecha del fuego discográfico. A Enrique, por el momento vital que atravesaba, le visitan las letras más luminosas de su carrera como la de Tienes dos manos - “somos los bastardos que dejaron de llorar”-, o Al salir la luz – “la vida se presenta como un reto que quema”-. Reclaman una armadura más acústica y el artista obra en consecuencia. No falta el punto de oscuridad, como en Sin Lámpara -sobre el suicidio- de aire fronterizo: “es la última escala que rodea el ciprés, sirve de vela para que llegue el ciempiés”.
2-. TIMBRE OXIDADO (EUROPA). Pinturas de guerra. Hardcore, melodías incómodas que ilustran letras afiladas. Besos de asco en el espejo de una Europa oxidada y racista con pena de muerte en el mar Mediterráneo. Muchas de las composiciones tratan el drama de los refugiados, la responsabilidad colectiva o la inmigración como en Aquí no tienen nombre sobre la tragedia del Tarajal. Agua en el desierto en temas como Se termina ya: “se están quemando todas las semillas que no supimos sembrar”, o en Hoy me esperan las sonrisas: “todos los colores que bailan la vida”.
3-. TIMBRE CANALLA Y DE BULLANGA. El arrabal que tiembla. Pequeños cuentos cortos rhythm and blues con tono de boludo enamorado de suburbio y boquetero del viento, que no le tiene miedo a una vida que se escapa gota a gota: “Soy una canción que explotó en tus ojos” -Con ridículo sombrero-. Atención a los cambios de registro, expresiones tabernarias y juegos de palabras tan ágiles como el tango. “Hicimos vena al último policía” -Hacha y Tiza-. Destaca especialmente su voz, capaz de abrir sin las manos la puerta de los callejones más oscuros.
4-. TIMBRE FUNDIDO. Circo sin hogar. Cada composición del disco, vestida de manera industrial, retrata a un personaje de un circo inspirado en el cuento “Fénix” de Julio Ramón Ribeyro, del payaso a la contorsionista. El artista se luce especialmente como voz narrativa entre secuencias y programaciones que convierten los relatos en cine.
5-. TIMBRE EQUIVOCADO. Deja que me agite en la frontera. No existe unidad sonora en esta colección de canciones, de la desnudez a la distorsión o a una guitarra que colorea todo, aunque sí temática: el amor. “Quiero seguir siendo el nudillo que llama suave a tu puerta, ser esa pausa profunda, ser tu letra más pequeña” - Perderte es la diferencia -. No es una equivocación cualquiera, es el gran acierto de unas estrofas que pudieron ser libro y son cancionero, el cierre perfecto de este trabajo quíntuple. “No des propina al que nos roba cuentos” -Una calabaza-.
En esta noche sin compañía…
Será que ha vivido para contarlo, la mente inquieta del que morirá con las botas puestas, del que aún tiene muchos acertijos por andar. Un corazón grande, el talento, la intuición. La capacidad para exprimir lo mejor del otro, de su propio bastón de mando. Las piedras del camino, la ciudad desierta, la noche de la lechuza, el mar de gente, la mujer del aguacero o el milagro de lo cotidiano, pero “El Drogas” no tiene miedo a nuevas formas de expresión ni a cruzar al otro lado de todos los ríos.
“Solo quiero brujas en esta noche sin compañía” es un proyecto artístico completo que continúa resonando en la cabeza al salir la luz. Los detalles melódicos e instrumentales dragan sueños, nos llevan a mirar a los ojos de unos personajes que al final resultan ser las tormentas de nuestro propio naufragio. Sus piezas podrían volar de manera independiente. Sin embargo, juntas, perdurarán.
Pasen y escuchen todos los rostros que puede llegar a condensar un trabajo discográfico, hasta dónde llega el poder de las palabras brujas que inspiran a Enrique Villarreal.
Laura Piñero (Cadena Ser)
Fotos Daniel Fernández